Los hijos de los días


Los hijos de los días “se inspira en una versión del Génesis que escuché, hace añares, en una comunidad maya de Guatemala, y que ahora abre el libro tal como la guardó mi memoria. Eso condujo a todo lo demás: si somos hijos de los días, nada tiene de raro que cada día contenga una historia para ofrecer. Porque nosotros, sus hijos, los humanitos, estamos hechos de átomos, pero también estamos hechos de historias. Y las historias fueron apareciendo, a medida que el libro se echaba a andar, como los días”.
El placer que existe detrás de buscar y encontrar estas historias “es descubrir lo que no ha sido contado, o ha sido mentido por las voces del poder: esas contravoces que el poder oculta porque no le conviene que se sepan”.
Los temas que desgrana a lo largo de estas páginas, ninguno de los cuales le resultó incómodo y en cambio los vivió como un nuevo desafío, son todos aquellos que “han sido ignorados o traicionados. Me da placer ayudar, aunque sea un poquito, a que no sean invisibles quienes merecen ser vistos, y a que sean escuchados quienes de veras tienen algo que decir. En esto yo no coincido con mis hermanos de la teología de la liberación, cuando dicen que quieren ser la voz de quienes no tienen voz. Todos tenemos voz, todos tenemos algo que decir que merece ser escuchado, quizá celebrado o por lo menos perdonado. El problema está en que la plaza pertenece a todos, pero los parlantes están en poquitas manos”.

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